Los duelos del cuidador no profesional

01.05.2021

Los cuidadores no profesionales -frente a los profesionales socio-sanitarios- son personas que, por diversas circunstancias, se ven obligadas a hacerse cargo del cuidado de alguien cercano, en general un familiar (padres, pareja, hijo) que no puede valerse por sí mismo.

Desde nuestra perspectiva profesional, sabemos que los duelos que vive el cuidador principal son múltiples: por un lado, está el duelo por la pérdida de la relación que tenía con el enfermo, tal y como la tenía concebida. En ocasiones el cuidador buscará la relación con el enfermo tal como era antes de la enfermedad -como puede ocurrir en un caso de Alzheimer- y se frustrará al no encontrar la esencia de la persona que era. También se pierden las actividades que se hacían con esa persona.

Por otro lado, está la pérdida de los planes que cada uno había hecho para su propia vida: por ejemplo, una persona soñaba con jubilarse e irse a vivir al campo, pero de repente las cosas han cambiado y eso requiere adaptarse rápidamente a ellas, porque el cuidador vive muchos cambios en poco tiempo.

Las pérdidas que sufre el cuidador no profesional

Otro aspecto que representa una pérdida para el cuidador es la del tiempo de ocio, para sí mismo. Ésta es una de las mayores paradojas que encierran los cuidados al cuidador, ya que para llevarlos a cabo se necesita tiempo, un tiempo que se le roba al enfermo, con la carga de culpa que eso conlleva. A veces, también se da la situación de que sea imposible reservarse este tiempo de ocio, porque no hay con quien dejar al enfermo.

A menudo se culpabiliza al cuidador por no dedicarse más tiempo a sí mismo, por no sobrevivir a la situación de la mejor manera posible. Se juzga al cuidador como si fuera fácil serlo. No somos conscientes de la enorme complejidad que implica dedicarse a cuidar a alguien, porque no queda más remedio.

Claves para ayudar a los cuidadores a afrontar sus duelos

- Pedir ayuda, de la forma que sea: porque somos seres sociales y necesitamos a los demás porque no podemos con todo solos. Por muy capaces y fuertes que seamos, reconocer que se necesita ayuda siempre es un paso hacia adelante.

- Pedir ayuda no siempre implica recibirla: pero al menos nos quedará la sensación de que hemos hecho todo lo posible por nosotros mismos.

- Compartir es un modo de diluir el dolor. Compartir implica ser escuchados y, con frecuencia, ser comprendidos.

- Ser generosos y pacientes: con nosotros mismos y nuestras propias reacciones.

Se dice que cuidarse a uno mismo permite seguir cuidando al familiar que depende de cada uno, es decir, que cuidarse es un ejercicio de responsabilidad. Aunque esto es verdad a nivel práctico, también es cierto que cualquier persona tiene derecho a cuidarse, ya que somos algo más que cuidadores. El problema de que alguien se defina a sí mismo sólo como cuidador es que, si en algún momento (por fallecimiento, por ejemplo) se pierde ese rol, le resultará más complicado redefinir la propia identidad.

Cómo pueden cuidarse los cuidadores no profesionales

- Caminar treinta minutos al día, porque caminar a ritmo rápido reduce el estrés. Caminar en grupo también tiene efectos beneficiosos sobre la salud.

- Crear y mantener lazos con personas que puedan servir de apoyo, aunque no sea un apoyo institucional.

- Cuidar la alimentación, ya que ser cuidador requiere mucha energía.

- Concentrarse en la respiración al menos unos minutos al día, ya que prestar atención al aquí y al ahora rebaja la ansiedad y protege frente al estrés.

- Expresarse ante todo aquel que quiera escuchar, o escribir.

Todas estas claves pretenden servir de orientación a las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido o intentan ayudar a una persona doliente de su entorno

De Sara Losantos, psicóloga de FMLC


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